viernes, 14 de agosto de 2009

Día 2 – 19 de julio – Tumbes y Guayaquil

Lo primero que quería hacer al llegar a Tumbes, en el bus de CIVA, era comprar los pasajes en CIFA, pues esa empresa, según había leído en la web, salía de Tumbes, paraba en migraciones de Perú, luego en la de Ecuador, y finalmente iba a diversos destinos en este último país. Nosotros íbamos a Guayaquil.

Apenas bajamos del bus, en Tumbes, los “jaladores” nos ofrecían transporte a Ecuador y moto taxis. Alejandra y yo, no respondíamos nada, pues nuestra principal preocupación era que no nos robaran nada, y que no nos engañaran con el precio. Felizmente no lo hicieron, aunque lo intentaron. Un tipo nos ofreció pasajes de CIFA, pero a cuatro veces el precio de lo que en realidad nos costó al final, porque, por suerte, no le hicimos mayor caso.

Así, después de algo de confusión, un muchacho, que nos ayudó un poco, nos llevó a CIFA, donde compramos los pasajes.

Como teníamos una hora antes de salir, fuimos a almorzar. Comimos ceviche. Después de esto, salimos rumbo a Guayaquil.


Antes de salir de territorio peruano, paramos en migraciones, para sellar la salida. Había una larga cola, y un sólo policía atendiendo con una computadora vieja. Todo fue en cámara lenta ahí, realmente una muestra de ineptitud y falta de equipos e infraestructura increíbles.

Después de esperar media hora, a que arreglaran el problema con un argentino, que no tenía papeles y no se sabía cómo había llegado hasta ahí, y de que probablemente éste “arreglara” con la policía, recién pudimos pasar. Tras esto, finalmente dejamos suelo patrio.

Entramos a Ecuador y empezamos a tomar más fotos. Las primeras las habíamos tomado al salir de Lima y durante el camino.


Al llegar a migraciones de Ecuador, también nos encontramos con algo de lentitud, aunque fue menor. En ese momento aproveché para llamar a Erika Morales, la chica muy buena gente que había contactado por couchsurfing.com y que iba a darnos alojamiento a Alejandra y a mí en Guayaquil. Le conté que por ciertas demoras, en ambas migraciones, llegaríamos ya de noche. Me dijo que la llamara al llegar.

Antes de que el bus partiese, algunas personas subieron a ofrecer fruta, comida y bebidas, todo en dólares. Desde ese momento tuvimos que adaptarnos al cambio de moneda, aunque en todo momento, durante todo el viaje, siempre convertíamos, en nuestra mente, todo a soles, para calcular si el gasto era adecuado o no.

Después de viajar un par de kilómetros, la policía nos detuvo. Fue la primera experiencia de este tipo, aunque esta no tuvo nada malo, como si nos sucedió más adelante. Desde ahora, sólo decir, que nunca me ha gustado nada que tenga que ver con lo militar, y después de este viaje, esa posición es más firme aun.

Algo que olvidé mencionar en el post pasado, fueron las películas que vimos en el bus de CIVA, todos estrenos, o películas que habían sido estrenadas hace poco. Todo pirata, obviamente. Recuerdo esto porque en CIFA vimos dos películas horribles, de las peores que hemos visto, Alejandra y yo, en nuestras vidas. Eran la primera y segunda parte de una película de Vin (o Van) Diesel, y eran una mezcla de Star Wars con el Señor de los anillos (El retorno del rey) y cosas por el estilo, todo sin mayor tino.

En cuanto a la ruta, el calor y la vegetación fueron aumentando conforme avanzábamos. Poco a poco, todo el paisaje que teníamos a ambos lados eran plantaciones bananeras. El clima seco y caliente ya empezaba a sentirse también, y muestra de ello era que el bus iba con la puerta abierta, para que haya algo de ventilación.

Alejandra y yo estábamos contentos, algo ya más tranquilos porque ya habíamos pasado el tema de migraciones y sólo nos quedaba esperar a que el bus, a veces conducido con algo de imprudencia, llegase entero a la terminal.

Tras aproximadamente seis horas de viaje, y tras sufrir esas películas, llegamos, por fin, a Guayaquil.

Pasamos por un puente interminable, muy contentos, viendo las luces de la ciudad, emocionados y bastante cansados.

Al llegar al terminal de buses, lo primero que hice fue llamar a Erika. Acordamos encontrarnos por McDonalds.

Después de esto, recorrimos la terminal. Nos gustó desde el principio: grande, moderna, bastante organizada, casi un mall. A la terminal de Guayaquil llegan (casi) todos los buses interprovinciales, además de los buses de transporte públicos de la ciudad. Lima necesita algo así.

A los pocos minutos de ubicarnos en el food court, llegó Erika, junto con otra chica, Michelle, que si no recuerdo mal, era de Estados Unidos. Después de los saludos y presentaciones respectivas, fuimos a casa de Erika. Fue durante el camino que empecé a sentir algunas molestias estomacales, pero no les di mayor importancia.
Al llegar a casa de Erika, ella nos llevó a nuestra habitación. Ahora si estábamos totalmente tranquilos y ubicados. Entonces no encontramos mejor forma de celebrar que proponerle a Erika y Michelle tomar Pisco Sour, que Alejandra preparó con los “ingredientes” que llevamos.

Así pasamos nuestra primera noche en Guayaquil, bebiendo pisco y conversando mucho. Recuerdo que hablamos de muchas cosas, desde política, con los temas obligados de Correa, Chávez, Uribe y demás, hasta de seres creados por las creencias populares de nuestros países, como el Pishtaco (de la sierra peruana) y una especia de duende, que según Erika, te llamaba con un sonido que era algo así como “tss tss”. Tampoco faltó el tema de Laura Bozzo, la televisión de USA, sobre todo de los programas descerebrados, así como las experiencias de viajes pasados y expectativas con respecto al que estábamos teniendo.


Después de unas horas bien conversadas y tomadas, el cansancio me hacia doler las piernas y por fortuna todos decidimos que era hora de ir a dormir.

jueves, 13 de agosto de 2009

Día 1 - 18 de julio - Salida de Lima

Después de tantos preparativos, de tantos planes (modificados y aumentados), de expectativas y una larga espera, por fin el día de partir llegó.

El día anterior había empacado todo y mi mochila había quedado bastante pesada, pero era lo necesario, o al menos eso creía, para un viaje que iba a durar más de tres semanas.

Como habíamos acordado, fui a recoger a Alejandra, para regresar a mi casa, almorzar y salir rumbo a la terminal. Al tomar su mochila, noté que pesaba casi tanto como la mía, y recordé que teníamos que hacer una caminata, con todo ese peso, en Tayrona, ese lugar que había visto por fotos en internet, y que queda en Santa Marta.

Antes de salir de la casa de Alejandra, las recomendaciones de siempre. Su mamá, hermana, cuñado y sobrinos me pidieron que la cuidara y la “devolviera” entera. (A final de cuentas, ella terminó cuidándome a lo largo del viaje, por los problemas que tuve con el valium, el estomago y cosas así, que escribiré más adelante).

Al llegar a mi casa, desempacamos para re-arreglar las cosas, y después, fuimos a almorzar. Al terminar, nuevamente tuvimos que acomodar las cosas, porque nos quedaban fuera un par, así que re-empacamos, otra vez.

Así, con todo listo, nos disponíamos a salir, cuando a Alejandra me preguntó por la manta que yo había dejado sobre la cama. Inicialmente había pensado llevarla, pero dado el exceso de cosas, opté por dejarla. Sin embargo, Alejandra insistió en que la llevara, sin saber muy bien que esa mantita sería salvadora a lo largo del viaje.

Finalmente salimos, con las dos mochilas grandes en la espalda y las mochilas de mano, a tomar taxi. Las cuatro cuadras que caminamos me hicieron sentir el peso verdadero de mi mochila, pero sólo quedaba seguir adelante.

Ya en la terminal, a media una cuadra de Polvos Azules, tuve que correr a sacar dinero, en soles y dólares, a comprar una linterna, pues la que tenia no funcionaba (y recién lo había notado la noche anterior), a buscar jarabe de goma y amargo de angostura, para preparar Pisco Sour, y buscar vanamente Gillette y espuma de afeitar.
Después de esperar un buen rato, por fin pudimos dejar las mochilas, previo peso. La de Alejandra pesaba 15 kilos, la mía 20.

Esperamos unos minutos más, y llamaron para abordar el bus. Finalmente, después de varios minutos, el bus salió de Lima.

El resto de la noche, como casi siempre me sucede, la pasé despierto en el bus, pensando, escuchando música o tratando de dormir, al menos un poco, sin conseguirlo. Alejandra, en cambio, dormía plácidamente a mi lado.

El viaje fue bastante largo. Me pareció interminable sobre todo en la mañana, cuando las horas pasaban y no llegábamos, y la preocupación que tenía por pasar los papeleos de migraciones, con el peso de las mochilas a cuestas y los rateros de siempre rondando, no me dejaba en paz.

Después de más de 18 horas de viaje, llegamos por fin a Tumbes.

miércoles, 12 de agosto de 2009

De regreso en Lima

Hoy, miércoles 12 de agosto, Alejandra y yo llegamos a Lima.

El viaje, en sí, terminó hoy. Sin embargo, aun falta escribir todo lo que pasó, todas las anecdotas, aventuras y desventuras, todo lo que vimos, pensamos y sentimos durante este viaje que, ahora puedo decirlo con un 100% de certeza, ha sido divertido, único y enriquecedor.

Escribiré todo lo que venga a mi mente de las vivencias de este viaje, para que así, siguiendo con la idea inicial de este blog, quede registro de esta pequeña aventura.

Por ahora, esto es todo. Ya escribiré sobre lo vivido.