viernes, 16 de julio de 2010

Días 6, 7 y 8 - 23, 24 y 25 de julio - Cali

La noche del miércoles 22 de julio salimos de Ipiales rumbo a Cali.

Una vez en el bus, como siempre, Alejandra durmió casi instantaneamente, mientras que yo empecé a escuchar música de mi mp4. Después de más de una hora, intenté dormir, pero nada, entonces recordé lo de la pastilla que había comprado en Ipiales. Desperté a Ale y se la pedí. La tome deseando que me relajara y me hiciera dormir por un par de horas, para llegar fresco a Cali y disfrutar al máximo de esa ciudad, sin saber que mi deseo se cumpliría aunque en proporciones aumentadas. Recuerdo que tomé la pastilla y al pasar los minutos, el sueño no venía, maldita sea, pensaba, otra vez pasaré la noche sin dormir. Sin embargo, cuando menos lo pensé, ya estaba durmiendo. En ese momento aun no sabía que lo que había tomado era Valium.

Lo siguiente que recuerdo es a Alejandra despertándome, porque teníamos que bajar del bus a un control de carretera. Yo me encontraba algo mareado y cuando intenté hablar, no pude. No podía ponerme de pie, e intenaba decirselo a Ale, pero las palabras no salían de mi boca, la pastilla aun seguía haciendo su fuerte efecto. Bajé como pude del bus, y con todas las fuerzas que me quedaban, puede decir un par de palabras a los militares que nos pedían documentos. Recién después de ese momentol al subir nuevamente al bus, no recuerdo bien cómo, Alejandra se dio cuenta de lo que me pasaba, y entre divertida y preocupada me dijo que siguiera durmiendo nomás, que ya se me pasaría.

Llegamos a Cali el jueves 23 de julio, en un día hermoso y caluroso, perfecto para pasear y conocer esa ciudad que nos hacía tanta ilusión, sin embargo el efecto seguía igual de fuerte. Alejandra practicamente tuvo que cargar con su mochila, la mía y conmigo mismo. Felizmente había un puesyo de información turística y averiguamos un par de cosas. Dada mi condición, no podíamos ir a ninguno de los hoteles que me habían recomendado en las diversas webs que había visitado, así que fuimos a uno que estaba a dos cuadras de la terminal de buses, de lejos, el peor hotel en el que estuvimos.

(Cabe resaltar que en medio de mi malestar pude empezar a apreciar la belleza de la mujer colombiana, de las caleñas en especial. Recuerdo sobre todo una muchacha en la terminal, con un trasero descomunal, monumental, impresionante, único, que me sacó de mi estupor, al menos por unos segundos).

Una vez registrados, subí como pude y me tiré a la cama, a dormir un rato más para por fin poder salir a pasear. Lamentablemente, ese rato pasó a ser una, dos, tres horas, y más. Sólo recuerdo haberme levantado y ver a la pobre Alejandra viendo tele y poniendome paños frios sobre la frente, porque yo sudaba mucho. Intenté levantarme, pero no podía, el efecto era demasiado fuerto. Recién a la tercera vez que me desperté, puede pararme. Tenía que hacerlo sobre todo por Alejandra, me daba pena hacerla pasar todo el día viendo televisión. Me di una ducha fria y salimos finalmente del hotel.

A media cuadra comimos una Bandeja Paisa, que aunque no es típica de Cali, nos pareció muy buena.

Después, mientras los efectos de la pastilla aun me afectaban un poco -lo suficiente como para tenerme aletargado, pero ya no tanto como para impedirme caminar y conversar de forma normal- decidimos que ya que era tarde, iríamos al barrio de San Antonio, que según lo que sabíamos era bastante bohemio y divertido.
Para llegar, tomamos un bus y caminamos un poco. Cuando ya estábamos cerca, entramos a una tienda, porque nos moríamos de sed, y tomamos una Hit. Fue la primera de muchas. En Cali hay mucho calor todo el tiempo.

Después, llegamos a una especie de loma, en la que había mucha gente, conversando, tocando guitarra, caminando, disfrutando de esa calurosa noche. Recorrimos el lugar y nos gustó mucho, tanto que también nos dejamos caer sobre el pasto, para conversar un rato, y sentir lo rico que es hacer absolutamente nada más que disfrutar de la vida. Pasado esto, entramos a una tienda de artesanías y compramos algunas cosas.

Entonces recordamos que teníamos que ir (sí o sí) al café que habíamos visto en Internet desde Lima, y que nos encantó por su nombre: Café Macondo.

Caminos un rato, algo extraviados, pero después de preguntar a algunas personas (que como todas con las que conversamos en Cali, eran buena gente), llegamos al lugar.

Tomamos granizados de café, uno que tenía el nombre Melquiades y otro que se llamaba Macondo. El lugar estaba muy bueno, lleno de referencias, obviamente, a la novela.


Luego, paseamos un rato más por la zona y quisimos ir a otro lugar, a la zona central, pero no fue buena idea, porque era ya tarde, y nos encontramos con calles vacias y prostitutas (creo que hombres) corriendo. Algo asustados tomamos un taxi y regresamos al hotel.

Así fue la primera noche en Cali. Más allá del pequeño susto en la zona central, fue una noche sencilla y bonita.

El viernes 24 de julio desperté ya completamente recuperado y dispuesto a recuperar el tiempo perdido.

Antes de salir al paseo en sí, fuimos a la terminal a comprar los pasajes para Medellín para el sábado 25 en la noche (siempre trataba de hacer eso, comprar los pasajes con tiempo para no pasar apuros de última hora).

Recuerdo que poco a poco iba viendo más y más mujeres bellas, de cuerpos celestiales, es algo que siempre recordaré de Cali, la belleza de sus mujeres. Algo que a Alejandra no le hacía mucha gracia que yo contemplara.

El primer lugar al que fuimos fue al Gato y sus novias, una muestra simpática al lado del rio Cali.

Después, fuimos al zoológico, otro lugar muy entretenido, y bastante grande.




Ahora que lo recuerdo, fue algo a veces divertido y a veces complicado hacer uso del transporte público. Y por cierto, el uso de “carreras” y calles, también fue algo complicado para nosotros.

El resto de la tarde se nos pasó caminando por la zona rosa.

Regresamos al hotel y entonces nos alistamos para algo que era una obligación hacer en la capital mundial de la salsa: ir a bailar. El destino: Juanchito, una especie de pueblito a las afueras de Cali, en el que sólo (o principalmente) hay discotecas.

Después de comer algo, tomamos un taxi y nos fuimos a Juanchito. Al llegar, le pedimos al taxista que nos llevara a alguna de las discotecas buenas y conocidas. Nos llevó a "Changó".

La discoteca era amplia y todas las mesas tenían dos cosas: vasos y aguardiente. Nosotros tomamos cerveza, mientras veíamos cómo era el ambiente.


Debo decir que yo siempre he sido muy malo bailando, y que la gente de Cali, hombres y mujeres, baila como nadie. Así que pasamos la noche a ratos bailando y a ratos contemplando el show que daban todos cuando bailaban, deleitándonos con esos desenfrenados movimientos de pies, brazos, caderas, cinturas, con ese espectáculo de la salsa. Y entonces amaneció.

En nuestro último día en Cali, el sábado 25, fuimos al Cristo Rey. El camino es algo largo y sólo se puede ir en taxi (o en auto propio). Algo que no sabíamos, y nos enteramos recién ahí era que en la cima de esa montaña no hay taxis para regresar, así que la única opción es regresar en el mismo que te lleva (lo que aumenta el precio, porque te tienen que esperar). Según nos dijeron ir a pie es algo peligroso, porque en algunas partes del camino te pueden asaltar.



Después del Cristo Rey, que tiene una vista espectacular, recorrimos el casco histórico, ya de vuelta en la ciudad misma.


Finalmente, en la tarde estuvimos en una especie de festival, en la que hubo show de salsa. Ahí nos divertimos mucho, nos habíamos divertido en todo el viaje, tanto que una duda se asomó.




Ya teníamos los pasajes para esa noche, rumbo a Medellín, pero cada minuto que pasaba, dudábamos más. Algo nos decía que debíamos quedarnos, que Cali tenía mucho más para ofrecernos, mucho más de lo que ya nos había dado, con esa clima tan lindo, igual que su gente, igual que todo el ambiente. Para colmo, en ese festival tocaron una canción muy famosa: Cali pachanguero. La gente bailaba, todo era alegría, todo diversión. Sin duda, estábamos en la sucursal del cielo. Pero el viaje debía continuar. Y así, con bastante pena, dejamos Cali, con la promesa de volver. Algún día lo haremos.

Entonces empecé a sentir que ese viaje iba a dejarnos mucho, que aunque la experiencia no iba ni a la mitad, ya estaba dejando su huella en nosotros, las ganas de seguir en un lugar que nos encantó, pero al mismo tiempo el deseo de seguir el camino y volver a la ruta.

En la noche del sábado 25 de julio, salimos rumbo a Medellín.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, me encanto el diario viaje,que maravillosos lugares que muestras es una experiencia única que deja Cali.

Saludos-Hoteles en Cali

Anónimo dijo...

Hola Jose, un cordial saludo desde el Valle del Cauca en Colombia, que bueno que te haya gustado Cali y lo hayas descrito asi... mañana empieza la feria de Cali, va del 25 al 30, puedes visitar www.feriadecali.com por si quieres ver la feria en vivo, exitos. (Mi teclado no tiene tildes)...